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Cambio de ruta


¿Alguna vez has perdido tu parada? Recuerdo una vez me iba a encontrar con una amiga, ella me había dado la dirección y la estación en la cual me tenía que bajar para poder encontrarme con ella. Como yo no conocía esa ciudad, estaba usando mi celular para ubicarme, pero resulta que me llamó una persona y en eso me distraje y me puse a hablar por teléfono. Cuando me di cuenta, había pasado la estación del tren en la que me debía bajar y en mi distracción, terminé en otra ciudad. Además de eso, cuando baje del tren para dirigirme a la otra ciudad, el mural informativo me indicaba que el otro tren demoraba un mínimo de 30 a 45 minutos en llegar a la estación en la que estaba. Pueden imaginar mi expresión. Ese era un lugar que no conocía, en un idioma que no manejaba y por una distracción que se pudo haber evitado no había llegado a mi destino planeado. Y es que así nos pasa también a nosotros muchas veces, con las instrucciones y consejos nos da Dios, en los cuales muchas veces nos advierte de cosas, nos indica que debemos hacer, o nos dice cuando lo debemos de hacer, pero debido a que nos distraemos o nos desenfocamos, perdemos la ruta y el punto de enlace en donde nos debíamos de cambiar, para llegar al siguiente destino. Es por eso que hoy, podemos meditar un poco en lo que pasa cuando se cambia de ruta o cuando debido a distracciones innecesarias, demoramos más en llegar al lugar donde debemos estar.


Comencemos:


Caso 1. Saúl


 

1 Samuel 13:9,13-14 Reina-Valera 1960 (RVR1960) 9 Entonces dijo Saúl: Traedme holocausto y ofrendas de paz. Y ofreció el holocausto. 13 Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. 14 Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.

 

El rey Saúl, el primer rey de Israel, pudo haber sido el elegido para reinar por mucho tiempo, sin embargo, no supo distinguir ni diferenciar cuando terminaba su rol y autoridad y comenzaba la de otra persona. En este caso, Saúl, cedió ante la presión del pueblo, de su gente y del aparente ataque del enemigo. Él se sentía restringido porque creyó que el profeta Samuel no iba a llegar (cuando ya le había dicho lo haría) y debido a su distracción y enfoque en sus compañeros, se vio atrapado en romper el mandamiento de Dios y usurpar un rol que no le correspondía al ofrecer un holocausto no autorizado por Dios. Desafortunadamente en este caso, Saúl se vio afectado por su apresurada desobediencia, basada en una distracción de su entorno. Cuando este se desesperó, buscó como “satisfacer” un requisito porque creyó que alguien le estaba demorando su camino para vencer al enemigo, pero esto le costó el reinado. Es aquí cuando debemos distinguir, que es lo que Dios nos está pidiendo que hagamos y cuando debemos cambiar nuestra manera de proceder para poder ir a un punto de encuentro con Él. Puesto que a veces en ciertos cambios de ruta, tenemos que ir acompañados con alguien más. Si Saúl no se hubiese apresurado, él no hubiera perdido el reinado, y su familia hubiese quedado en el reinado para siempre. Al desobedecerle a Dios, el inconscientemente cedió su puesto de autoridad a otra persona pues desecho lo que se le había asignado por tomar la asignación de otro.


Caso 2. Abram

 

Génesis 12 Reina-Valera 1960 (RVR1960) 1 Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. 2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. 3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. 4 Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán.

 

El caso de Abram es muy interesante. En este pasaje, Dios hablaba con él (aún no le cambiaba el nombre a Abraham) y le dijo que se fuera de su parentela y que le bendeciría. Sin embargo, obedeció el hecho de salir de su tierra, pero por alguna extraña razón llevó a su pariente Lot. Cuando Dios le había dicho se fuera de su parentela era que debía alejarse de sus parientes, pero Abram decidió salir de la tierra con uno de ellos. Y así nos pasa también muchas veces a nosotros, queremos ser buenas personas, ayudar al otro, apoyar a las otras personas, pero eso no es lo que Dios nos dijo. Muchas veces por querer ayudar a otros, retrasamos lo que Dios nos quiere dar a nosotros y por las distracciones en nuestro entorno, no cumplimos con lo que Dios desea. Si continuamos leyendo al respecto de Abram y Lot, podemos ver que los trabajadores de ellos comenzaron a tener contiendas, pleitos y discusiones. Incluso hubo un momento que Abram tuvo que rescatar a Lot porque lo habían secuestrado. Pero si analizamos lo que Dios le dijo a Abram, si Lot no hubiese ido, es muy probable, que Abram se hubiera evitado unos cuantos dolores de cabeza. ¿Es acaso que estamos llevando a alguien al lugar donde Dios nos dijo que debíamos ir solos? ¿Estamos posponiendo los planes de Dios porque queríamos llevar a un pasajero extra en nuestro tren?


Caso 3. Pedro

 

Juan 18:10-11 La Biblia de las Américas (LBLA) 10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. 11 Jesús entonces dijo a Pedro: Mete la espada en la vaina. La copa que el Padre me ha dado, ¿acaso no la he de beber?

 

El caso del apóstol Pedro nos muestra algo que todos podemos llegar a experimentar en algún momento o quizá ya hemos experimentado, queremos defender a alguien de alguna injusticia o queremos “ayudar” a una persona tratando de atacar al agresor. Estos versículos suceden justamente cuando buscaban a Jesús en el huerto para apresarlo. La primera reacción de Pedro es levantarse, agredir y defender a Jesús de la injusticia, pero hay momentos, así como pasó con Jesús, cuando Jehová nos está pidiendo que no hagamos nada. Y en estas situaciones puede ser difícil, puesto que quizá a la persona que le ocurre algo es alguien a quien apreciamos mucho, estimamos, amamos y si puede ser no sea justo, pero esto es parte de un proceso en el cual Dios desea que esa persona pase, para poder realizar un propósito divino.


¿Será que habrá momentos que, en vez de ayudar a alguien, le estamos estorbando a Dios y retrasando un proceso porque queremos “ayudar”? Puede ser que no nos demos cuenta, pero a veces nuestras actitudes desafiantes para defender a otros mas bien los perjudican, puesto que quizá en ese momento esa persona necesitaba aprender algo muy importante, o es la pieza faltante de un rompe cabezas del cual solo nos podremos dar cuenta hasta que todas las piezas estén completas y esa persona se dará cuenta cuando ya todo este completado. Es aquí cuando debemos recordar, que el Único que mira todo el panorama siempre es Dios.


A veces cuando estamos distraídos, ya sea en nuestras emociones, en nuestro entorno o por cosas que parecen estar fuera de nuestro control es cuando podemos cometer los mayores errores. ¿Podemos creer debemos hacer algo por nuestra cuenta porque alguien nos está retrasando? ¿Podemos creer que estamos haciendo un bien y llevamos a alguien más en nuestro tren, cuando esa persona ya se debió haber bajado? ¿O incluso podemos llegar a creer que debemos evitar una acción porque creemos eso no es lo correcto? ¿Qué fue lo que nos dijo Dios que hiciéramos? ¿Era eso lo que teníamos que hacer? ¿O es que, debido a nuestras distracciones, nuestro entorno, nuestros enemigos, nuestras reacciones impulsivas, hacemos desvíos innecesarios y llegamos a la estación equivocada? ¿Debíamos parar y cambiar de ruta hace un buen tiempo y obviamos cual era la siguiente instrucción? En esto es lo que debemos tener mucho cuidado y prudencia, puesto que no solo retrasamos llegar al siguiente destino, si no que puede ser que no haya una siguiente estación o se haya agotado el tiempo de intercambio de rutas.


Este es un tiempo para reflexionar, que es lo que verdaderamente desea Dios que hagamos. Dios usa muchas maneras para hablarnos, pero también debemos evitar aquellas voces que tratan de “imitar” cosas buenas, disfrazadas como ángeles de luz, que solo intentan que perdamos la ruta y no lleguemos a nuestra meta. A veces, solo necesitamos escuchar ese susurro de Dios, sigue adelante y cambia de ruta, pero no dejes que nada te estorbe entre tu caminar con Dios y lo que Él desea para ti. Nunca nos debemos de olvidar de que Dios se tomó el tiempo y la dedicación de planear cada uno de nuestros días por un propósito y por su amor.


Salmos 139:16 La Biblia de las Américas (LBLA) 16 Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos.


Si esto te bendijo y te edificó te invito a que compartas esta publicación. Y si aún no has aceptado a Jesús en tu corazón o deseas reconciliarte con Él hoy, te motivo a que lo hagas, y leas la siguiente oración en voz alta:


Señor Jesús, te pido perdón por mis pecados, pues sé mis pecados me separan de ti. Yo te reconozco, como mi único, suficiente y verdadero Salvador. Yo rompo, todo pacto, con el mundo, con la carne y con el enemigo. Te doy gracias, por el sacrificio en la cruz, sé que por tu Sangre yo soy limpio/a de todo pecado y hoy tengo un nuevo comienzo. Te pido que, a partir de hoy, tu palabra sea la lámpara a mis pies y que tu Espíritu Santo guíe mis decisiones en todo lo que haga. Amén.”

Y si hiciste esta oración hoy, escríbeme al correo kltapiahernandez@gmail.com, me encantaría saber de ti. Somos una familia en Cristo, estamos aquí para apoyarnos los unos a los otros. ¡Dios te guíe y te guarde!

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