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¡Que la fuerza te acompañe!

¿Has leído Los Tres Mosqueteros? Algo recuerdo me gustaba es el ya famoso lema de Athos, Porthos y Aramis: “¡Todos para uno y uno para todos!” Ellos siempre buscaban como ayudarse mutuamente para defenderse y salir victoriosos de sus batallas. De esta manera también, unidos, nosotros también podemos salir victoriosos de las batallas. Recuerdo una vez, cuando a una de mis familiares le diagnosticaron cáncer, en un grupo de la iglesia, nos unimos todos por diferentes propósitos y diferentes necesidades, pero nos pusimos de acuerdo los unos por los otros en hacer una cadena de ayuno y oración por los propósitos de cada uno de nosotros. Recuerdo todos recibimos por lo menos un regalo de parte del Señor, en mi caso, yo había pedido la sanidad de mi familiar y Dios la sanó y yo estaba extremadamente contenta de saber y ver que Dios me había dado una respuesta favorable. Así como todos nos levantamos en oración, prácticamente dijimos: “Todos para uno y uno para todos!” Sin embargo, ahora he notado que muchas veces en vez de levantarnos en unidad, nos levantamos en desacuerdo causando heridas tanto al cuerpo de Cristo como hacia nosotros mismos.

 

Mateo 18:19 Nueva Versión Internacional (NVI) 19 »Además les digo que, si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo.

 

Es impresionante ver que en la unidad está la fuerza, pero antes que todo, la fuerza divina. Cuando Jesús nos indicó que cuando dos o tres nos reunimos en su nombre nos concederá nuestras peticiones, básicamente nos dice que donde sea que reconozcamos que ayudándonos los unos a los otros, que nos pongamos de común acuerdo, que tomamos en cuenta las necesidades de nuestro prójimo, es que vemos la manifestación del poder de Dios y como Él se regocija en nuestra unidad. Quizá algunos hemos sido del pensar, que debemos luchar por nuestras necesidades por nuestra cuenta, y si claro hay que esforzarnos, pero Dios también nos dice que cuando nos ponemos de común acuerdo con nuestro hermano o hermana, en oración, podremos ver la realización de nuestras peticiones materializadas en la Tierra.

 

Mateo 18:20 Nueva Versión Internacional (NVI) 20 Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

 

La fortaleza de Dios nos acompaña cuando reconocemos que nuestros amigos, familiares, hermanos, hermanas en el cuerpo de Cristo están aquí con un propósito divino, pero al mismo tiempo para ayudarnos a crecer y a luchar con nosotros por aquellas batallas que no podemos solucionar por nuestra cuenta. Sino, que en el instante nos ponemos de acuerdo en unidad del espíritu con nuestro prójimo, Dios se manifiesta en nuestras vidas y así como dice el versículo anterior, allí está Dios.

En numerosas ocasiones podemos ver que muchas personas comienzan contiendas, divisiones, murmuraciones y acusaciones hacia otros por envidia y celos o pensamientos ajenos al Espíritu de Dios. Sin embargo, cuando dejamos que las obras de la carne dominen nuestra vida, estamos dejando que el enemigo del cuerpo de Cristo reste fuerza al ejército que Dios diseñó para sus propósitos (la iglesia). El apóstol Pablo nos indicó de una situación parecida a esto:

 

Filipenses 4:2,7 Reina Valera Contemporánea (RVC) 2 Ruego a Evodia y a Síntique, que se pongan de acuerdo en el Señor.

7 Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.

 

Es decir, que el apóstol Pablo se enteró de la discordia que tenían estas hermanas, que estaban dentro de la iglesia de Cristo y que vio como esto, no solo traía desacuerdo, sino también que estaba afectando al resto de los hermanos. En el momento quitamos la paz de nuestros corazones, y no lo estamos guardando estamos debilitando nuestro cuerpo y nos volvemos vulnerables a los ataques del enemigo. Es más, recordando que la palabra de Dios nos dice: “Cuida tu corazón más que otra cosa, porque él es la fuente de la vida.” (Proverbios 4:23, RVC) y haciendo referencia al versículo anterior, que la paz de Dios es la guarda de nuestros corazones y pensamientos, en el momento dejamos que el desacuerdo o la falta de paz esté entre hermanos, no solo debilitamos al cuerpo de Cristo (la iglesia) sino que también estamos en peligro de una muerte espiritual.


¡Qué peligroso es estar en contienda con nuestros hermanos! Es por esto, que el temor de Dios debe ser el que reine en nuestros corazones para dirigir nuestros pasos. Considerando que nuestro Señor Jesús nos dijo que el segundo mandamiento más importante es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos y reflexionando que el amor hacia otros se muestra a través de nuestras acciones, no podemos tomar otra medida más que cuidarnos mutuamente y ayudarnos. Y con esto no estoy diciendo que vamos a ser amigos de todos, pero sí que tomaremos en cuenta el bienestar de nuestro prójimo y que, si es necesario, debemos establecer y procurar tener paz con nuestros hermanos.

Tomemos como ejemplo el siguiente versículo:

 

Santiago 5:16 Palabra de Dios para Todos (PDT) 16 Por eso, confiésense sus pecados unos a otros, y luego oren unos por otros. Hagan eso para que Dios los sane. La oración de quien está bien con Dios es poderosa y efectiva.

 

Santiago nos indica, que al momento de confesarnos los pecados unos a otros y que después de esto oremos los unos por los otros, ¡Dios nos sanará! ¡Qué poder hay en la unidad! Y Dios nos sana no solo físicamente, sino espiritualmente, pues frecuentemente, las heridas que recibimos son emocionales o espirituales y éstas son las que usualmente fatigan y agobian más al cuerpo de Cristo. Similarmente, Santiago nos dice que él que está bien con Dios, hace oraciones poderosas y efectivas. En otras palabras, aquel, que no está bien con Dios, no solo tendrá oraciones infructíferas y débiles, sino, que no obtendrá resultados en Dios. Por lo tanto, no nos podremos refugiar en las oraciones de otros para sacarnos de nuestros problemas, si nosotros mismos no hemos buscado como sanarnos al estar bien con nuestros hermanos. Debemos de ser cuidadosos con cada acto que ejecutemos, pues de una manera u otra, esto no solo afecta al cuerpo de Cristo, sino también a nosotros mismos.

Finalmente, estimados lectores, les animo, a que todo lo que hagamos sea para la gloria de Cristo y procuremos estar en paz los unos con los otros. No dejemos que diferencias de carácter o personalidad debiliten el cuerpo de Cristo, sino más bien, dejemos que sea Dios actuando en nosotros para obtener respuestas en Cristo Jesús y tener oraciones poderosas y efectivas. Animémonos los unos a los otros, para que juntos, tengamos la fuerza de Dios y con ésta podamos luchar la buena batalla de la fe y obtener la victoria. ¡Dios les bendiga!

Y si aún no has aceptado a Jesús en tu corazón o deseas reconciliarte con Él hoy, te motivo a que lo hagas, y leas la siguiente oración en voz alta:

Señor Jesús, te pido perdón por mis pecados, pues mis pecados me separan de ti. Yo te reconozco, como mi único, suficiente y verdadero Salvador. Yo rompo, todo pacto, con el mundo, con la carne y con el enemigo. Te doy gracias, por el sacrificio en la cruz. Yo sé que, si yo hoy muriese, en tus brazos estaré. Amén.”

Y si hiciste esta oración hoy, escríbeme al correo kltapiahernandez@gmail.com , me encantaría saber de ti. Y si esto fue de bendición para ti, compártelo con alguien más. Somos una familia en Cristo, estamos aquí para apoyarnos los unos a los otros.

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